SACHA TAKI

Todos somos hijos e hijas del bosque

Todos somos hijos e hijas del bosque. En nuestro pasado primate nos mecíamos en las ramas de sus árboles. Miremos nuestras manos: el bosque las moldeó. El bosque está en nuestras células, en nuestra imaginación, en nuestros sueños: como si la savia estuviera, todavía, oscuramente mezclada con nuestra sangre. Los pueblos tradicionales han mantenido esa unión, ese recuerdo sagrado del origen, y son guías para quienes lo han olvidado. Este recuerdo sagrado está presente en las canciones de los pueblos. Ellas invocan, agradecen, dialogan con el bosque. El bosque da forma a sus idiomas e, incluso, al nombre de las aves.

Para aquellos que no han nacido en el bosque, aquellos que han perdido los puentes que nos reconectan con nuestra historia y nuestro origen, la canción sublime del bosque también es importante. El sonido es nuestro puente. El sonido tiene la virtud de despertar emociones, sensaciones, recuerdos profundos que se conectan en un instante con aquello que hemos perdido. El sonido está dentro de nosotros, para despertar, para vibrar, para conectar. El sonido y la sinfonía de un bosque primario es un líquido amniótico, un baño de vida susurrante donde el ser humano, cualquiera que sea su origen, encuentra de manera inmediata el recuerdo del hijo, de la hija amada por el bosque.

La canción de un bosque primario es una sinfonía de belleza absoluta donde están presentes pájaros, viento, lluvia, animales, hombres y mujeres, insectos, follaje, corrientes, el tambor suave de cada hoja, la garganta vibrante de las ranas. Todo se une frente a nosotros para revelar la melodía de la vida.

Anne Sibran